Entender

¿Dar a Dios?  Es una expresión que muchas veces ofrecen algunos con la cual pretenden explicar, por qué no se envuelven en el asunto de ofrendar.  Estos dicen: “yo nunca he visto a Dios que me extienda la mano en expresión de que necesite algo de mí”.  ¡Pobrecitos!  No tienen la capacidad ni la sensibilidad de percibir a Dios en manera alguna, por no entrar con El en el ámbito de la fe.

Los creyentes se distinguen por su fe, pues es imposible agradar a Dios, fuera del ámbito de ella.  En ocasiones, aun a los creyentes se les hace difícil entender algunos pasajes de la biblia con respecto a las ofrendas.  Sabemos que éstas que llevaban los hebreos, eran de animales y otras eran de vegetales, de la producción de ellos en sus tierras.  Con la lluvia favorable de Dios, lo hacían con gratitud.

La ofrenda de flor de harina que ofrecían los pobres, requería con ella otros ingredientes, como incienso y vino.  En otras palabras, además de la ofrenda (flor de harina) se requería ofrecerla  en la presencia del Espíritu Santo (aceite), en la seguridad de que se elevaría (incienso) y se ofrecía en gozo (vino) t en ausencia total de la levadura (pecado).

A la hora de ofrendar, el adorador se olvida de sí mismo, mira a Dios.  Se derrama delante de El.  De manera fragante y santa siente que su vida es pura, dulce y sin mancha.  Todo en medio de un esfuerzo de lucha y espinas.  En ese proceso percibe la vida de Dios, siente su gloria y parece verle.  Se ofrece en la humildad de no merecer tan elevado momento.  Los que ven, observan que resplandece.  Mientras que allí sigue postrado, ante la presencia de Dios, humillado a sus pies.

¿Habrá acaso espacio para pensar en las críticas de los impíos?  No.  El sabe que da algo de su dinero, de su tiempo, de su vida.  Esto a quien le dio la vida, la esposa, los hijos, su casa, país, esperanza…¡Gracias, Señor!