COSECHA

Cuando Jesús vino a esta tierra, habían pasado cuatro siglos desde la caída de la raza en el Edén.  Desde entonces Dios comenzó la tarea de reunificar a la familia humana con él.  Profetas y profetas desfilaron por la tierra.  Entonces vino Jesús.  El comparó el empuje de la predicación del evangelio con una mies, con una viña, con un sembrado.  El fue el máximo sembrador.  Además se dedicó a preparar hombres para tan magna labor.

Pero, la respuesta ha sido siempre corta.  La labor es siempre mayor para los reclutados que se necesitan para el trabajo.  Triste también es que muchos vienen a recoger frutos, pero lo que hacen realmente es derramar.  Los fariseos de la época d Jesús, veían las multitudes como paja para el fuego.  Jesús en cambio las veía como una cosecha que había que recoger y poner a salvo.  Aquellos sólo mostraban su orgullo religioso y lo que querían era la destrucción de los pecadores.  Jesús en cambio en su amor, murió por ellos.

La siega sigue siendo un desafío, pues esta no se hace sola, se necesitan segadores.  Hace falta gente, personas.  Este trabajo sólo se le asigna a éstos, no a los ángeles.  Tampoco lo harán los muertos.  ¿Recuerdan  aquel rico que murió y en el Hades clamó para que Lázaro fuese enviado a que predicara a sus hermanos?  La respuesta fue negativa.  Somos nosotros, los creyentes vivos y transformados por Cristo Jesús, quienes podemos dar testimonio de El.  Jesús dijo: “Y será predicado este evangelio del reino, en todo el mundo, por testimonio (vivo) a todos los gentiles, entonces vendrá el fin.  El final de todas las cosas no ha llegado aún, Dios está esperando que nosotros realicemos nuestra labor.

Yo ya soy un hombre en la etapa mayor de mi edad.  Pero, ahora que estoy retirado del ministerio como pastor, Dios me ha permitido abrir esta ventana.  Este blog, por el que llego a tantos países y gentes, que cada día me asombro.  Se está haciendo en mí realidad aquella palabra del Señor: “y me seréis testigos hasta lo último de la tierra”.