Vivir en nuestro mundo de hoy, con todas aquellas cosas negativas que ocurren en él, nos lleva más que nunca a anhelar el cielo. Allí Dios ha establecido una ciudad ideal, donde vivirán en paz y adoración aquellos que hoy aquí viven en insatisfacción y con mucha razón para ello.
Pero, ¿quiénes van para allá a vivir en ella?… ¿Los buenos? ¿Cuáles buenos? ¿Qué criterios de bondad deben tener? Es triste saber que “mucha gente buena” no estará allí. Porque sus criterios de bondad miden cinco y medio pies altura, lo que es su estatura. Ese criterio no les pasa de la última punta del cabello de sus cabezas.
¿Religiosos? Ahora es más duro decir que la oferta de ir para allá, no es para religiosos de las medidas de La Tierra. Los espiritistas se consideran religiosos, también los budistas orientales que han puesto su fe en Buda… no irán allá. Los mahometanos que asesinan en nombre de Alá tampoco irán allí. Los indios que tienen muchos dioses, tampoco serán ciudadanos de esta ciudad.
Tampoco los que se encierran en sus hogares y “no le hacen mal a nadie.” No cualifican los que hacen bien a muchos, vociferando en los medios de comunicación, sus dones en favor de los pobres. No serán parte tampoco los que laceran sus cuerpos, auto causándose males. No van los que suben las escaleras de las catedrales de rodillas, luego de hacer largos recorridos a pie y de rodillas.
Entonces, ¿quiénes irán al cielo? Aquellos que creen a Jesús y en Jesús. Que le aceptan como su Salvador. Que se arrepienten de sus pecados sinceramente. A partir de allí testifican de Jesús su salvación, sanidad y llenura del Espíritu Santo. A partir de allí viven vidas nuevas, con nueva perspectiva, seguridad de herencia celestial.