Cuando vemos al alguien minusválido, por lo general observamos algunos dones en ellos que se convierten en renglones de compensación a su déficit físico. En eso vemos la gloria de Dios sobre esas personas.
Pero, mirando también en las personas sin limitación, enfrentamos una doble ruta de como canalizar ese poder que adquirimos con ello. Es de usarlo con toda intención de mercadearlo en nuestro favor; o canalizarlo para que sea de bendición a otros.
Y no estamos hablando de los que se ganan el pan nuestro de cada día con el arte de su don, sino de cómo lo comparten ante diferentes situaciones que enfrentan. Un cantante por ejemplo, tiene oportunidad de ofrecer su cantar para Dios, quien le dio el don, frente a muchas personas y llevar estos a que lo hagan suyo y todos se unan en ese precioso momento. Esto puede ser posible medie o no una paga. Esto va a depender de las circunstancias, tal vez frente a niños ciegos o huérfanos que jamás habrían de pedirle una oportunidad como esa con una compensación.
Y hablando de niños, ¿cómo olvidar el privilegiado aquel que entre una multitudinaria reunión había llevado una merienda o mejor dicho una comida? ¿Sabes que hizo? La puso en las manos de Jesús. Ese es el secreto. Cuando hacemos esto lo que está en nuestras manos se multiplicapara muchísimas personas. ¡Hay que compartir!