Una de las grandes necesidades humanas, que tiene que ser satisfechas es la comunicación. Esto es, hacer trascender de nosotros aquello que es nuestro y participarlo a otros. Así extendemos logros en el área de conocimiento o destrezas de realizaciones logradas. Esto trae la bendición que otros que reciben nuestra aportación, a su vez nos hacen partícipes de los logros suyos. En ese compartir crecemos, crecen las comunidades y a su vez el mundo.
Egipto es uno de los pueblos más antiguos del mundo. Ellos comenzaron a exhibir figuras en las edificaciones que expresaban algo. Así como “poner una pared a hablar.” ¿Recuerda aquellas palabras de Jesús? “Las piedras hablarán.” Así que los egipcios fueron añadiendo símbolos y símbolos, estaban hablando. Designaron letras, palabras, sílabas. Así surgió el jeroglífico.
Esa escritura primitiva en que eran usados dibujos estilizados para indicar palabras. Poco a poco, fueron reduciendo el tamaño de esos símbolos, perfeccionándolos. El asunto fue pasando y generalizándose a otros países como caldeos y chinos, Aún en América los aztecas usaron un estilo pictográfico. Esos símbolos, aún no todos están descifrados completamente. En el caso de los egipcios, cuyo estudio de eso adquirió nombre, se le llamó egiptología. En este surgió un descubrimiento en 1822. Champollion halló la clave al encontrar la “Roseta Stone.” Esta permitió conocer datos históricos de Egipto.
Entonces alguien o “álguienes” se ocuparon de escribir algo para otros “álguienes.” Nunca imaginaron que alcanzarían a gente que estarían a más de cuatro milenios de distancia en el tiempo y la comunicación.
Eso está ligado en lo íntimo de nuestro ser, Dios lo puso allí. Él no nos hizo para 70 u 80 años. Nos creó para la eternidad como lo hizo con los ángeles. El Dios Eterno que crea para siempre. ¿Qué dañó el proyecto? La intromisión de Luzbel en el hombre que le indujo a desobedecer a Dios. Entonces vino Jesús a erradicar a Satanás del corazón y la escena del humano ¡Gracias, Señor, que lo culminaste en la cruz en Jesús. Yo te acepté como mi Salvador. Insto a mis lectores a hacer lo mismo.